Epílogo a El Proceso, de Franz Kafka
En vida de Kafka sólo se publicaron algunos relatos cortos. Un sentido nada frecuente de la responsabilidad, el supremo valor religioso que le daba a su creación, le obligaban a abandonar uno tras otro los frutos de una producción feliz e inspirada. Únicamente un pequeño grupo de amigos tenía conciencia de ver madurar a un creador de gran envergadura, que aspiraba a los fines últimos, y luchaba por las cuestiones más profundas. La creación no era para él un fin en sí mismo, sino un camino para conquistar una verdad superior, conveniente a la vida. La tragedia de este destino es que la vía que lleva hacia la luz no la encuentra, y, a pesar de todos sus esfuerzos, desemboca en las tinieblas. |