Madre e hijo
Esta es una de las primeras novelas de François Mauriac, que ya anticipa plenamente su futura maestría. Tiene por objeto la cuestión más íntima y más profunda, la que se desarrolla entre una madre y un hijo; y es un drama que para cada hombre se desarrolla en la prehistoria infantil, en una época arcaica que precede a la propia historia. Mauriac ha sabido mostrar una parte del pavor y la grandeza del mito en esos personajes de Felicité –la madre, ya anciana– y de Ferdinand Cazenave –su hijo de cincuenta años–, amado por aquélla con un amor fanático, ciego e insaciable. El autor muestra cómo la fuerza bienhechora del amor puede convertirse en diabólica, fatal y destructiva cuando usurpando su verdadero lugar se impone como el principio supremo, rompiendo el orden humano. Dibuja ante nuestros ojos una de las figuras eternas del pecado, la exaltación sin límites de un sentimiento exclusivo y ardientemente enamorado de sí mismo. Por consiguiente, se vislumbra un pathos bíblico en los dos o tres personajes que evolucionan en este espacio novelesco, atrapados en un primer plano entre contornos majestuosos, sobre el fondo de un paisaje despojado como en Millet, simple frontera entre la tierra y el cielo. |