Florecen las acacias
Al comentar una novela, se suele decir que el autor encerró en ella “toda su vida”, “una parte importante de su vida” o todo “el destino, desde el nacimiento hasta la muerte”. Cuando en realidad la misma suele componerse, tan sólo, de unos cuantos episodios ejemplares, algunos epítomes realistas unidos entre sí con un cierto “sentido”, una idea y un punto culminante; a veces todos esos elementos son escogidos y agrupados de tal manera que encierran una imagen determinada de alguna figura del pensamiento. Se entiende que para llegar a tal “imagen” hay que limitarse a una parte de la vida, hay que atenerse, desde el princicio, a los episodios de la vida libremente escogidos y, por lo mismo, ya no se puede hablar de “toda una vida”. En las novelas de algunos escritores ese sentido se desarrolla como por sí mismo, desde la pulpa de la vida; en otras novelas, el autor interviene en ese proceso, le ayuda a nacer apoyándose en el razonamiento. En ambos casos esa cristalización de la “imagen del pensamiento” supone el mayor atractivo de la narración. |