La Tempestad
Aquel prolongado y vacío invierno la cosecha umbrosa había sido, en nuestra ciudad, de una abundancia misericorde y centuplicada.
Y comoquiera que se tardó demasiado tiempo en ordenar los desvanes y trasteros, y, que, asimismo, esa tardanza fue la causa de que se amontonasen las cacerolas, los frascos y las botellas vacías, finalmente acabaron por acumularse de manera desasosegante. ***
-Hoy no irás a la escuela –dijo mi madre-, se ha desatado una infernal tempestad. |