Nemrod
Me pasé todo el mes de agosto de aquel año jugando con un espléndido cachorro, que, cierto día, apareció sobre el suelo de nuestra cocina, torpe y gruñón, todavía oliendo a leche y a infancia, con una cabeza pequeña aún sin formar, redonda y ligeramente temblorosa, con las patas separadas como las de un topo y un pelaje suavísimo y delicado. |