ENTREGARSE A UN IDEAL
Pablo D'Ors
Reseña aparecida en “ABCD Las Artes y las Letras”
(30 de abril 2005)
Una nihilista trata de una muchacha que, educada
por la aristocracia
de la vieja Rusia zarista, comprende los ideales de la revolución campesina
y se entrega a ellos con ardor. Esta nouvelle, que apareció tras
la muerte de su autora y que alcanzó muy pronto un gran éxito popular, es una
auténtica maravilla.
El primer capítulo, el encuentro con la voz narradora
(cuyo «yo» no vuelve a sonar hasta el noveno), es de una modernidad asombrosa;
resulta difícil creer que haya sido escrito hace más de un siglo. Pero lo que
maravilla es la habilidad con que Sofía Kovalevskaia (1850-1891) coge a su
lector de la mano y no le suelta
hasta el final.
Hoy más que nunca estamos necesitados de que
se escriban historias sobre cómo puede un ideal de entrega colmar el corazón
del ser humano, y de cómo el sacrificio -incomprensible para quienes no aman–
es sabiduría y salvación para quienes
lo protagonizan.
Vera, la «nihilista», se casa con un
condenado a trabajos forzados
y le acompaña hasta Siberia. Pero no por amor a
ese pobre desdichado (lo que ya sería muy loable), sino por amor a la causa de
los pobres y perseguidos, y con el objeto de hacerle más llevadera su condena.
Como todos los santos (porque Vera lo es, si bien en un molde secular), la
protagonista no entiende la actitud
de quienes no obran como ella. Su inmolación
le parece lo más natural! Y cuanto más se hunde en la miseria por causa de
este reo, más brilla su rostro de felicidad. Como todos los santos
-en esto no
es especial-, Vera escoge un camino de entrega paradójico, casi escandaloso.
¿Una ingenua a quien la vida no ha abofeteado
lo suficiente? ¿Una fanática, incapaz de comprender lo que sale de su esquema?
¿O una santa, generosa y noble, como es el corazón de quien sabe hacer frente a
las contrariedades? Me quedo con esta última interpretación: Vera representa
para mí la posibilidad
de la inocencia y del compromiso en un mundo descreído.
Vera denuncia la sinrazón de nuestras
sociedades, la estupidez
de la ciencia y el egoísmo del corazón. No es de extrañar
que Dostoievski admirara a Kovalevskaia, puesto que esta novela corta es
claramente dostoievskiana: por la intensidad de las pasiones que se ponen en
juego, por el estilo de la prosa -al servicio
de la emoción-, por la parábola
biográfica que traza...
Por ser uno y otra (Dostoievski y
Kovalevskaia) perfectos portavoces del alma rusa -que es tanto como decir del
sentimiento puro-, ambos construyen sus personajes desde patrones puramente
ideológicos. Vera, un claro álter ego de la autora,
es la encarnación de la
inocencia durante su infancia y del arrebato durante su juventud. Y lo es sin
matices: es completamente inocente y completamente ardorosa en cada uno de
los momentos de su periplo vital. Pese a esta falta de matices y de ambigüedad,
el personaje funciona (¡y cómo!). Vera somos todos nosotros o,
al menos, una
posibilidad (yo creo que la mejor) para todos nosotros. En este sentido, Una
nihilista trasciende la anécdota
de la revolución en San Petersburgo en
1860 y se convierte en una metáfora sobre la condición humana.
George Eliot y hasta el propio Darwin tuvieron palabras de elogio para esta matemática, feminista y comunista que fue Sofia Kovalevskaia, palabras a las que también yo quiero sumarme.

Sofia Kovalevskaia (1850–1891)
SABIA Y REBELDE
Iñaki Urdanibia
Reseña aparecida en “MUGALARI” nº 346 (2005) ver más