Tratado de los Maniquíes



Mientras que la infancia y su magia presexual habían estado presididas por la figura del padre, el lugar de éste pronto va a ser ocupado, en «La Época Genial» –como la denomina Schulz–
por la Mujer-Ídolo que, gobernada por una biología inconsciente, está imbuída de un sentimiento de auto-satisfacción y perfección. Sus tendencias e impulsos destructivos hacia el hombre
y sus necesidades espirituales sólo son destructivos en apariencia
y a corto plazo. En su percepción masoquista, son al mismo tiempo estímulos creativos; inconscientemente favorables, fecundan involuntariamente la imaginación. No se trata de un efecto del azar si, en el Tratado de los Maniquíes, Adela
–perturbando e interrumpiendo las pláticas del padre (además, algo sintomático, dirigidas a un auditorio de jovencitas), humillando su intelecto y su imaginación– lo anime al mismo tiempo a nuevas tentativas todavía más brillantes.
No sin razón es ella precisamente la que descubre y pone
ante los ojos del niño los restos del Libro mítico de la infancia desaparecida, restos –¡qué fecundo en cuentos!– de una vieja revista. Poco importa que ella misma esté llena de desdén y desprecio hacia esos papeles. Eso no rebaja su valor sino que,
al contrario, lo aumenta. Pues la «gracia santificadora»
emana de Adela y de las Mujeres de una manera completamente inconsciente, e incluso contrariamente a sus intenciones.

En su obra literaria, Schulz supo explorar maravillosamente
la realidad en el límite de la vigilia y el sueño, dosificar
la intensidad y la densidad de la materia de sus visiones,
penetrar en los recovecos más lejanos de las sensaciones
con múltiples significados.

Jerzy FICOWSKI

decor






Bruno Schulz (1882-1942)


Schulz Tratado de los Maniquíes


Autor: Bruno Schulz
Título: Tratado de los Maniquíes
Traducción: Jorge Segovia
y Violetta Beck
Nº de páginas: 51
Tamaño: 21 x 13 cm
Fecha de edición: 2011
ISBN 13: 978-84-96817-19-7