EL MÁS JOVEN DE LOS MÁRTIRES
José Antonio Redondo
Reseña aparecida en la revista “EL CRÍTICO” de La Escuela de Letras de Madrid (marzo, 2005)
Egon Schiele (Austria,
1890-1918) se representó en 1915 como San Sebastián en el momento de su
martirio, con los brazos elevados como las ramas de un árbol de sus paisajes de
otoño, atravesado por las flechas. Sirve esta imagen de ilustración
de la
cubierta de este falso diario y responde tal vez a la sensación del joven
maestro de la pintura de estar siendo atacado por unas convicciones artísticas
que combinaban sexo y religión, esperanza
y desolación. Pero acaso se trate
también de algún tipo
de anticipación proléptica, de su propio futuro, pues es
sabido que en la iconografía cristiana San Sebastián representa la juventud,
y
su martirio, la muerte de ésta, "Despojado de la vida cuando eran nuevos
el amor y la vida / aquí yace el más joven de los mártires" decía Wilde en
The Grave of Keats, su poema sobre el más precoz de los primeros románticos
ingleses. Así murió, como el autor
de las Odas, demasiado pronto, de una
enfermedad respiratoria,
y así lo citaba textualmente Yukio Mishima en uno de
sus más famosos cuentos: El muchacho que escribía poesía. El
japonés, que obsesionado con el mito del mártir, se hizo fotografiar en varias
ocasiones como el santo y conocía a fondo las distintas representaciones de la
escena.
Si la elección de la
imagen de portada es uno de los grandes aciertos del editor, se echa en falta
un prólogo que aclare de plano la autoría del diario, pues el prólogo del
verdadero escritor, Arthur Roessler -crítico de arte al tiempo que mentor y
agente del pintor- no es claro al respecto. Cerca del final, la sospecha de que
el diario no es tal se hace clamorosa, tras la ruptura de estructura
en la penúltima
anotación, que se encabeza significativamente no ya por una fecha concreta sino
por ese "¡Un día más,
un día de mayo!" y que se convierte
sencillamente en un relato
en primera persona. Casi inmediatamente después de
esto se accede a un epílogo que resulta plenamente clarificador
de las circunstancias de la redacción: en realidad
el diario se publicó cuatro
años después de la muerte del pintor
en un nuevo esfuerzo de Roessler para
difundir aún más
el conocimiento sobre su protegido.
Ciertamente Roessler
compone un relato de irregular calidad -aparte de esa ruptura final, existen
algunas anticipaciones
de hechos impropias de un diario y algunas licencias del
narrador que restan verosimilitud- pero
no por ello carece de interés. En este texto se integran muchos de los
elementos que han conformado
la crítica artística relativa a Schiele. Por un
lado, se proyecta la idea romántica de la creación y por otro la interpretación
psicologista,
de que el joven genio, al ser un expresionista preocupado
por la
representación del espíritu debió ser influido por sus circunstancias
personales, por sus reacciones sentimentales
al entorno. "No, no sueño,
vivo, sufro; a menos que la vida sólo sea un sueño donde se castigan
severamente las pesadillas".
La estancia de un mes en prisión preventiva
por causa de una acusación por retener a una menor y la calificación de
perverso, aplicada a él y a su arte parecieron tanto a Schiele como a Roessler
de la suficiente relevancia.
Podemos ver, en
efecto, que su encarcelamiento supuso
la composición de varias acuarelas, de
entre las que se pueden destacar las tres primeras mostradas en el libro,
aquellas que reflejan cómo era su celda. Éstas acuarelas y dibujos eran
conocidos sin duda por Roessler, ya que sistemáticamente incluye alguna entrada
explícita en el diario: "Acabo de pintar el sitio donde duermo. En medio
del gris mugroso de las mantas, una naranja radiante que me trajo V., la única
emanación de luz en este espacio. Esa pequeña mancha de color me procura una
indecible sensación de bienestar".
Aún cabe añadir algo
al epílogo y es que Roessler fue en
relación con la obra de Schiele
algo más importante que un simple defensor y promotor del joven artista. Fue él
quien animó al pintor
de Tulln a abordar la realización de paisajes, con un
resultado excepcional, retomando el espíritu del arte gótico, la intensidad
de
los paisajes de Van Gogh y la desolada belleza de los de Hodler. Unos paisajes
que son similares al imaginario de George TrakI: "Hay un campo de
rastrojos donde cae una lluvia negra. / Hay un árbol pardo que está allí solo.
/ Hay un viento silbante girando entre chozas vacías. / Qué triste es esta
tarde".